El centrismo, presentado como neutralidad, esconde un sesgo que perpetúa el statu quo y beneficia a quienes ya están en el poder. Desde negar las desigualdades hasta minimizar crisis planetarias o sociales, esta postura evita reconocer los cambios necesarios para avanzar en justicia y derechos humanos. Lejos de ser una solución imparcial, el “centro político” a menudo frena los avances sociales y amplifica las desigualdades.
La abrumadora victoria de Pedro Castillo en regiones del “corredor minero” evidencia una profunda brecha histórica y social en Perú. Este resultado no es un hecho aislado, sino la expresión de un malestar acumulado por siglos de exclusión y explotación. En medio de una América Latina en transformación, liderada por movimientos populares y movilizaciones sociales, surge la oportunidad de repensar el modelo de desarrollo y definir un país más inclusivo y equitativo.