El centrismo, presentado como neutralidad, esconde un sesgo que perpetúa el statu quo y beneficia a quienes ya están en el poder. Desde negar las desigualdades hasta minimizar crisis planetarias o sociales, esta postura evita reconocer los cambios necesarios para avanzar en justicia y derechos humanos. Lejos de ser una solución imparcial, el “centro político” a menudo frena los avances sociales y amplifica las desigualdades.